jueves, 26 de junio de 2014

Breves apuntes al Infierno de Dante (Canto IV)

Con referencia a Dante Alighieri, La Divina Comedia, Infierno, Canto IV. En este círculo del Infierno los poetas Dante y Virgilio visitan el Limbo, en donde se encuentran las almas de los que murieron sin conocer la fe. Allí permanecen sin esperanza importantes poetas de la historia humana, como Homero, Ovidio, Horacio, Lucano y el propio Virgilio. Alighieri se siente parte de ese selecto grupo de literatos. Pero además, en el Limbo se encuentran notables héroes de la antigüedad pagana, como es el caso de Hector de Troya o el propio Eneas. Les compartimos breves reflexiones acerca de este canto dantesco.



1

“Interrumpió mi profundo sueño un trueno tan fuerte, que me estremecí, como hombre a quien se despierta a la fuerza…me vi entonces junto al borde de un triste valle, abismo de dolor…en el que resuenen infinitos ayes, confundidos como truenos”

Dante no explica como pudo arribar, habiendo quedado inconsciente en la barca en el Aqueronte, hasta ese valle lúgubre. Pero esto no demerita el noble trabajo de Alighieri: muy por el contrario, tales deslices tal vez expresen entre líneas, que toda tentativa de alcanzar el Cielo, sea un esfuerzo naturalmente humano.

2

“El abismo era tan profundo, oscuro y nebuloso que en vano fijaba mis ojos en su fondo, pues no distinguía cosa alguna.”

Lo más estremecedor de esta travesía formidable, es que se dirige, en manera simultánea, hacia dos destinos opuestos y sin embargo- paradójicamente- confluyentes: hacia el corazón mismo del mundo, su núcleo particular, que entonces sería maldad en esencia; y a la vez, rumbo al centro del alma humana, un negro lugar inexplorado aún para los propios vivientes, y en donde Alighieri enciende una luz que nos deja adivinar, contornos apenas, de una realidad terrible y esclarecedora.

3

“-Ahora descendamos al tenebroso mundo me dijo el Poeta (Virgilio) muy pálido: yo iré el primero; tú el segundo.-Yo, que me había percatado de su palidez, le respondí: ¿Cómo he de ir yo, si tú, que sueles desvanecer mis incertidumbres, te atemorizas?-Y él repuso: -La angustia de los desgraciados que están ahí abajo, refleja en mi rostro una piedad que tú tomas por terror.”

¿Y si Virgilio mintiera aquí, y en el fondo de su ser hubiera deseado que Dante desistiera de su loco empeño?

¿Y si nunca le hubiera perdonado en secreto por haberle hecho recorrer lugares abominables que él no merecía pisar?

Acaso esa palidez de piedad fuera más bien motivada por su propio espíritu colmado de temor…

Tal vez por eso, en cierta etapa del camino, le abandonó, sin despedirse.

4

En el Limbo dantesco yacen las almas ilustres y no pecadoras de los que carecen de toda oportunidad de alcanzar la Gloria de Dios, por haber nacido antes del Cristianismo. Pero tales y tantas figuras de la antigüedad clásica, los nombres más preclaros de Grecia y Roma, habitan este sitio, que Dante no relata algo que es posible imaginar: los Cielos poco a poco se van quedando vacíos, pues el atractivo del Limbo como un lugar digno de padecer eternidades, llenas de deseos humanos, demasiado humanos, y sin necesidad de esperanzas fatuas, va haciéndose cada vez más irresistible.


5

Quizá alguna vez los habitantes del Limbo, espíritus tan magníficos como Sócrates, Platón o Aristóteles; Hector, Eneas o César, entre tantos otros, ensoberbecidos por su celebridad, cerraron las puertas del Limbo y decidieron fundar allí, su propio Paraíso.

Dios entonces, furioso, decidió combatirlos. La colosal contienda entre adalides y arcángeles fue seguramente una épica grandiosa, que sin embargo nadie se atrevió a contar, ni Dante mismo.

Hoy los parajes del Limbo se hayan vacíos, y sólo algunos ecos extraviados rememoran un anunciado desenlace, de consecuencias irreparables.

6

Los poetas más importantes del mundo, confinados todos en el Limbo, recibieron y aceptaron a Dante en su alto grupo: Homero a la cabeza, luego Horacio, Ovidio, Lucano y el propio Virgilio. Alighieri bien pudo en este punto, haber finalizado su Commedia: para un artista como él, equipararse a tales venerables, tal vez hubiera sido suficiente; y sin embargo, hasta este punto, los condenados no han hablado con el poeta florentino, y lo más valioso de su poema, por lo tanto, no se ha dado aún.

¿Y si tal fantástico encuentro con las nobles presencias del Limbo no hubiera sido más que una prueba a la perseverancia de Dante?

¿Y si Beatriz hubiera forjado toda esta ilusión para catar una vez más la templanza y la humildad de su alma?

Como quiera que sea, Dante prosiguió, esforzadamente, hasta el final.

7

“Así fuimos andando hasta donde estaba la luz, hablando de cosas que es bueno callar…bien pronto la compañía de seis quedó reducida a dos.”

Los cinco grandes Poetas tal vez podrían haber acompañado a Dante hasta donde estaba Beatriz, pero ellos, a excepción de Virgilio, no se atrevieron a tanto y prefirieron no cruzar las pavorosas regiones infernales. Es posible que Dante les guardara rencor por ello y por eso mismo, les haya negado palabra alguna en su Commedia. Pero de igual manera, pudo haber sucedido que los sabios Poetas hayan actuado con gran prudencia: Virgilio, tras dejar a Dante con Beatriz, bien pudo haberse extraviado en un difícil retorno al Limbo- que en última instancia, nadie relató- y finalmente verse difuminado por completo en las sombras del olvido.

8

Cuando Dante y Virgilio dejaron el Limbo y siguieron su ruta infernal, no se percataron de que, en secreto, los siguió el filósofo griego Diógenes- apodado “el Perro” debido a su cáustico temperamento-, con la intención de llegar hasta Dios para burlarse de Él.

Cuando Dante por fin estuvo ante el Creador, éste miraba por encima del hombro del poeta florentino, aguardando el osado arribo del pensador del tonel: en el fondo lo halagaba su cometido irónico, pero fervoroso. Sin embargo, cuando Diógenes el cínico arribó finalmente, en último momento, no hubo mueca, ni bravata alguna: el viejo “Perro” simplemente siguió de largo sin mirar y se perdió en la lejanía.

Dios nunca olvido esto.

Dante tampoco lo hizo, aunque no lo quiso registrar.

(Porque tal vez hasta su último aliento, guardó una secreta y sincera admiración por alguien que pudo llegar más lejos que él). 

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