viernes, 16 de mayo de 2014

El arte de Juan Rulfo

El escritor mexicano Juan Rulfo, con tan solo una novela corta y un volumen de relatos, logró elaborar toda una cosmovisión del universo en donde un profundo atavismo y una terrible noción de lo sacro en la vida humana, desgarran la existencia de unos personajes al absurdo de su finita condición. 



El llano del alma, en llamas 

En el libro de relatos titulado “El llano en llamas”, Juan Rulfo, el afamado escritor tapatío, premio Príncipe de Asturias, desarrolló un tríptico impresionante acerca de la vida rural mexicana. Sin embargo, más allá de concentrarse en las particularidades fácticas de la dura existencia de las personas que allí habitan, utilizó una estrategia de recursos narrativos cosmopolitas, muy interesante, con un gran influjo de Faulkner, Joyce y Kafka. 

La realidad manifestada por Rulfo era, de acuerdo a lo presentado en cada uno de estos relatos, un espacio en donde un absurdo aciago y desesperanzador, que conducía al abismo moral a cada uno de sus protagonistas. Algunos de los mejores cuentos de El llano en llamas, son “Macario”, “Talpa”, “Luvina”, y “¿No oyes ladrar a los perros?”. Precisamente en el relato “Luvina”, la descripción de un pueblo aterrador, solo habitado por los ecos de un viento furioso, Rulfo nos presenta el germen de su única y gran novela, que lleva por título, Pedro Páramo. 

El infierno de Comala 

Más que la infausta vida de un cacique rural, Pedro Páramo es una épica existencialista, que trata laberínticamente acerca de los murmullos de un infernal y desolado pueblo : Comala, que se transformó, por los pecados y desgastados anhelos de redención de sus habitantes, en un purgatorio ardoroso, con muchas características de Dante, y de los reinos de ultratumba prehispánicos. Hay también mucho de Joyce en la técnica de Rulfo, mucho de Camus y de Knut Hamsun. 

Pero el sentimiento más marcado de la trama, en general, es el de una mexicanidad profunda: aciaga sabiduría resignada a un fracaso vital. Pedro Páramo es como un bizarro personaje de Homero, una olímpica deidad arrojada a los tiempos de la Revolución Mexicana. Su particular odisea expone el trágico sino de los seres humanos, que no pueden sino deshacerse como piedras-literalmente para Rulfo- ante el empuje del devenir de lo real, que supera todo, hasta la razón misma, y la ilusión de cualquier trascendencia. 

Un pasaje muy destacado de la novela Pedro Páramo, es cuando Juan Preciado, el narrador de la trama, muere, y la historia prosigue por cuenta propia, impulsada por los difuntos en pena, de Comala, que tratan de sobrellevar su melancolía eterna, relatando los avatares de su propia perdición.

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