lunes, 1 de abril de 2013

La dispersa mariposa de Neruda


“Vuela la mariposa de Muzo en la tormenta:
todos los hilos equinocciales,
la pasta helada de las esmeraldas,
todo vuela en el rayo…”
Pablo Neruda
Muzo viajó en pos de Lecia hasta los Cús de Sapatria. Tormentas de esmeraldas aletargaban su marcha, pero el Yandos Vidara las evadía polenfragando su aliento en su refugio de estambre.
En cierta etapa de su peregrinación se encontró con Leva, quien volaba duros bajo la pasta de nube, agitada por bancos de bacterias. Leda hizo vibrar su larga vaina y los duros escaparon a las alturas. Pronto fosforecían en la densa nata, transmutados en el arrullo radiante de los microbios.
El Yandos Vidara acompañó a Leva entre las espirales de mariribeporosas, estremecidas por la llovizna ácida. Se separaron ante las murallas de Sapatria, tapizadas de gusanos y enredaderas de tobaldo.
Muzo se adentró en los Cús, recorriendo túneles de granos cristalinos. Poco después arribó al recinto del Gran Equino. Lecia yacía en sus fauces trémulas, mientras la tos azul de los clones asperjaba el ambiente penumbroso.
El momento había llegado: Muzo ofrendó esmerambres humeantes, al tiempo que entonaba las sacras stanzas: tercios de polos con voz grave que retumbaron en las húmedas membranas. Los clones temblaron- tosiendo azul- en su danza inverosímil. De pronto, el Gran Equino agitó su mole grotesca y mueregreró a Lecia.
Con humilde reverencia, el Yandos Vidara tomó la preciosa vaina y abandonó el recinto, dejando tras de sí los gruñidos de los clones venerantes. Muzo desando la ruta de su peregrinación hasta que llegó de nuevo al sitio sagrado de Leva. Allí, el Yandos Vidara agitó la vaina. Cristalinos duros ascendieron con ligereza hasta el cielo infecto.
En breve, las notas que brotaron de las alturas viajaron hasta Sapatria y derrumbaron hasta el último Cú. El Gran Equino expiró con alivio y los clones tornaron a su eterna espera, entre azules expectoraciones.
En su refugio de estambre, Muzo sintió la llegada de Leva, cuando polenfragraba su aliento. Al alba, Leva se hizo Lecia y siguió la ruta del Yandos Vidara por el camino del misterio. Juntos desaparecieron en la insomne sonrisa de las últimas terrestres.


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