sábado, 7 de abril de 2012

Sandro Botticelli: "La Anunciación"

Desarrollando un tema recurrente en la tradición pictográfica occidental, Botticelli realizó una obra admirable y de profundas connotaciones espirituales.



La Anunciación a María es uno de los motivos inspiradores predilectos en la historia del arte cristiano. En un pasaje del Evangelio de San Lucas (Lc. 1. 26-38) se nos narra como un ángel llegó ante María y le comunicó estas palabras: “Alégrate, llena de gracia. El señor está contigo”. El ángel le dio a conocer a la asustada joven que concebiría a un niño cuyo nombre sería Jesús. El mensajero divino agregó: “Dios, el Señor, le dará el trono de David, su padre. Reinará sobre la casa de Jacob eternamente y su reino no tendrá fin”. La Virgen María acató estos designios, sin embargo, antes de que el ángel se retirará le preguntó: “¿Cómo será esto? Pues yo no conozco varón. Hágase en mí, según tu palabra”.

Un tema clásico

Las pinturas que abordan este tema, generalmente se concentran en el momento del diálogo que emprenden la Virgen y el ángel. A veces se incluye también a Dios Padre, a manera de observador, en el área superior del cuadro, puesto que ha sido él quien ha dispuesto el envío del mensajero divino a María, para que le anuncie acerca del nacimiento de su hijo. Y si bien el modelo pictórico relacionado con este tópico resulta bastante prefijado, existe una rica diversidad de aproximaciones emprendidas por múltiples artistas.

Por ejemplo, los pintores italianos tienden a enmarcar la escena en un ambiente palaciego, mientras que los artistas del norte se decantan más por lujosas viviendas o sagrados edificios. El ángel, en su rol de emisario, ostenta, como atributo, - por lo general- una azucena, un cetro, un bastón o una rama de olivo.

Instante eterno

Justamente eso sucede en la obra de Sandro Botticelli (1445-1510) conocida como la “Anunciación” de Castello (1489-1490), en donde el ángel, en este caso Gabriel, lleva la mano un lirio blanco- símbolo de la pureza. Botticelli sigue la tradición pictórica de acuerdo a la cual, el espacio exterior de la representación, lo ocupa el mensajero divino, el cual aparece sobre el paisaje que se abre a través de un umbral. En cambio, el espacio interior le corresponde a la bella María, la cual estando frente a un reclinatorio orando, gira sorprendida ante la aparición súbita de Gabriel. La perspectiva manejada en esta obra por Botticelli, denota la influencia de Mantegna o Piero Della Francesca, los cuales trataban de distanciarse de las formas pictóricas manejadas por los artistas góticos.

Puente de mundos

A destacar la finura del trazo de Botticelli, exhibida en detalles como los delicados velos que portan Gabriel y María; hermoso es también el gesto de melancolía en el rostro de la Virgen, un distintivo de las féminas pintadas por Botticelli. Finalmente, vale la pena destacar- a manera de propuesta contemplativa- la semejanza que transmiten las figuras del ángel y la Virgen, con respecto a los dos conjuntos arquitectónicos que se aprecian en el paisaje en lontananza. Esta panorámica evoca un ambiente flamenco, y evidencian un posible conocimiento por parte de Botticelli de las rutas comerciales entre Italia y Flandes. Como quiera que sea, uno de los conjuntos de edificios se erige sobre una elevación, en cambio, el otro se asienta firmemente sobre terreno llano. El primer conjunto de edificios, el de las alturas, le corresponde a Gabriel y el segundo, el bajo y sólido, a María, de acuerdo a la perspectiva manejada en la obra, y cual si se nos hicieran manifiestas referencias simbólicas y arquitectónicas de los atributos característicos de cada personaje. Un puente vincula a ambos complejos arquitectónicos, y desde allí, avanza un río, corriente rumorosa- anunciación de otredad- que se dirige directamente al espectador, tal vez aludiendo al vinculo siempre vivo entre la humanidad y la trascendencia, a través del arte.


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