jueves, 15 de marzo de 2012

Matthias Grünewald: "Políptico de Isenheim"


El "Políptico de Isenheim" nos muestra la riqueza visionaria de uno de los grandes maestros alemanes contemporáneos de Durero.


El Políptico de Isenheim es una obra monumental de temática religiosa y se conserva en el Museo Unterlinden en Colmar. Este conjunto pictórico, elaborado entre 1512 y 1516, ocupaba el altar mayor del convento antoniano en Isenheim. A esta obra se le considera como una de las composiciones con mayor dramatismo de todo el renacimiento europeo. De hecho fungió como paradigma para los expresionistas en el siglo XX y fue rechazado por los nazis como “arte degenerado”

Arte en movimiento

Las partes de este retablo estaban estructuradas en un armazón móvil de madera, y junto a un grupo escultórico de temática sacra, elaboradas por Nicolas de Haguenau. La apertura de cada una de las caras estaba determinada de acuerdo al calendario litúrgico. Quien propuso el programa iconográfico seguido por Matthias Grünewald en el políptico de Isenheim, fue el preceptor italiano Guido Guersi. Una de las caras más sobresalientes del políptico es la que nos muestra desde una perspectiva asombrosa, a través de una alegoría mística inusual, la Divina Concepción de María y de la Natividad. Es al mismo tiempo extraño y fascinante la orquesta de ángeles multicromáticos, que celebra el divino acontecimiento.


Cifras de genialidad


Muestra de la genialidad de Grünewald es la inclusión en esta parte de la obra de un barreño y un orinal. Esta desconcertante superposición de lenguajes figurativos- combinar detalles de la mayor cotidianidad en la representación de un instante inefable- es algo audaz y original. En este mismo sentido, hay que destacar que, en contra de las iconografías tradicionales del Niño Dios, Grünewald lo pinta como un bebé llorón e inquieto. De tal suerte que la sonrisa dichosa de María al sostener y tranquilizar a su hijo, deviene un humano y sincero tributo la maternidad.



Creador de monstruos

Conviene mencionar que el convento de Isenheim, localizado en Alsacia, era habitada por los antonianos, congregación religiosa con gran voluntad de servicio. Ellos se abocaban a atender a enfermos de peste, sífilis o epilepsia. Justamente el políptico fue elaborado por Grünewald en honor a san Antonio Abad, quien aparece en otra destacada parte del retablo, conversando en un alucinante paisaje alpino con san Pablo Eremita. A esta escena en apariencia calma y serena, se contrapone la del maltrato al que se ve sometido san Antonio Abad por parte de una orda de feroces demonios. Mientras tanto, lejano e inalterable, Dios contempla la escena en el cielo nuboso. La anécdota de la tunda a san Antonio fue una de las representaciones pictóricas más populares de la tradición nórdica en la primera parte del siglo XVI. Los engendros de Grünewald, por la bizarra imaginería que exponen, se equiparan a los monstruos creados por el Bosco, Lucas de Leiden o Schongauer.


Humana decisión


Uno de los engendros que rodean a san Antonio mientras es sometido parece ser otra de las genialidades de Grünewald. A diferencia de los otros demonios, híbridos terroríficos entre humano y bestias de diversa índole, se exhibe como un leproso deforme y doliente. Sin participar del maltrato al santo, este extraño ser, tendido, hinchado y rebosante de bubas aparenta estar preso de la fiebre y el dolor que le producen sus laceraciones purulentas. Del mismo modo en el que Grünewald ingresó elementos de la cotidianidad relacionándolos con lo más trascendente, repite en su representación de lo más bajo: la irracionalidad violenta e instintiva. Como si el autor nos advirtiera que todos los posibles mundos (metafísicos) están en este mismo, el cotidiano, y que del alarido extático al que inicia la agonía- tan reveladoramente similares- todo es cuestión de perspectiva o de fe.

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